EXTRACTO DE UN TEXTO SOBRE ATENCIÓN de Jose
Antonio Marina
“Atención” es
una palabra equívoca. Significa: 1) una propiedad que acompaña a todas nuestras
actividades conscientes; 2) una estructura del campo perceptivo en “fi gura” y
“fondo”; y 3) la capacidad de seleccionar la información que recibimos. Es el
resultado de determinadas actividades mentales, no la causa de ellas. El
sistema de control determina las operaciones de procesamiento de información, y
la atención acompaña esa selección. Los mecanismos perceptivos pueden ser
disparados por la aparición de estímulos fuertes (ruido, novedad, incentivos,
etc.) o dirigidos por los sistemas de motivación. En ambos casos, hablamos de
atención involuntaria. La inteligencia humana se separó de la animal cuando fue
capaz de demorar la respuesta. En ese lapso abierto entre el estímulo y la
respuesta podemos introducir una compleja serie de mediadores que van haciendo
nuestro comportamiento cada vez más autónomo.
No podemos
inhibir esos estímulos procesados involuntariamente, sino sólo no continuar
procesándolos. La inhibición de la atención no se puede hacer directamente,
porque no podemos “no querer prestar atención a algo”, sin estar atendiéndolo
ya. Wegner encontró que cuando pedía a los sujetos de un experimento que no
pensaran en un “oso blanco”, aumentaba la posibilidad de que lo hicieran. Este
es nuestro primer control de entrada: bloquear el procesamiento del estímulo
perturbador. Puede hacerse cambiando de operación –como cuando el niño desvía
la mirada de un objeto que le desagrada–, y/o iniciando otra operación,
proponiéndose otra meta.
La madre enseña
al niño a dirigir su atención, es decir, a adueñarse de sus procesos perceptivos.
Muy pronto sigue sus indicaciones con la mirada. Después, le anima a buscar
objetos, a juegos compartidos, en los que, cuando el niño se cansa, la madre
retoma su atención, para enseñarle así la perseverancia en la acción. Más
tarde, mediante la palabra, comienza a dar órdenes a su hijo, que el niño
aprende a obedecer. Posteriormente, el niño comenzará a darse órdenes a sí
mismo. Está poniendo los cimientos de la voluntad. Ese habla interior se va a
convertir en el gran regulador de la acción. Ayudarle a seguir en voz alta los
pasos de cualquier tipo de tarea es un método muy eficaz, porque, por medio de
ellas, el niño a partir de los cuatro años establece un control sobre lo que
hacen: “A ver… el primer paso es ver qué nos piden en este problema… Venga muy
bien y cómo crees que podemos resolverlo… Muy bien… Lo estás haciendo muy bien…
Ahora vamos a revisar lo que hemos hecho ¿te parece que vamos bien?…”.
Un fallo en la
atención significa un fallo en el control de los procesos, en el sistema
supervisor del que habla Shallice. Los límites de la atención son los límites
de la supervisión de tareas, como ponen de manifiesto los estudios sobre
multitareas simultáneas. El médico que ausculta a un enfermo analiza el sonido
aplicando toda su memoria de trabajo, todos sus recursos. Está concentrado.
Continúan llegando a su conciencia estímulos, imágenes, deseos, pero no centra
sobre ellos sus procesos perceptivos. Fijar metas o planes de acción ayuda a
fijar la atención.
David P. Weikart y sus colaboradores en el
programa High/Scope insisten en la importancia de introducir la planificación
dentro de los programas de pre-escolar: “Planificar es un mecanismo del
pensamiento por el que una persona, a partir de sus intenciones, organiza sus
próximas acciones. Cuando los niños pequeños planifican, parten de una
intención personal, de un objetivo. Lo expresan de acuerdo con su edad o con su
capacidad de comunicarse. Por gestos o con palabras. La planificación anima a
los niños a precisar sus ideas, sus elecciones, sus decisiones, favorece la
confianza en sí mismo y el sentimiento de dirigir los acontecimientos, favorece
la participación, la concentración y la elaboración de juegos más complejos”.
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