Texto de Laura Gutman "Esfínteres:
control y autoritarismo"
Si
estuviéramos en una isla desierta con nuestros niños, y contempláramos al bebé
humano, con la misma celeridad con la que observamos a los animales,
constataríamos que el control de esfínteres real se produce mucho más
tardíamente de lo que nuestra sociedad occidental tiene ganas de esperar.
Lamentablemente, en lugar de examinar cuidadosamente cómo suceden las cosas,
elaboramos teorías que luego pretendemos imponer esperando que funcionen.
Hemos impuesto a los
niños el control de esfínteres alrededor de los dos años de edad, con lo que
este tema se ha convertido en todo un problema. Si observáramos sin
prejuicios el proceso natural, estaríamos ante la evidencia de que los niños
humanos la realizan después de los tres años, algunos después de los tres años
y medio, o incluso después de los cuatro años. ¡Qué importa!
Sin embargo los
adultos -sin pedir permiso a los niños-
¡Les sacamos los pañales mucho antes! Esto significa que les arrebatamos
el sostén, la contención, la seguridad, el contacto, el olor, agregándoles la
exigencia de una habilidad para la cual no están aún maduros. Que el niño
nombre “pis” o caca” no significa que cuente con la madurez neurobiológica para
controlar dicha función.
Sacar los
pañales porque “llegó el verano”,
decidir que ya tiene dos años y tiene que aprender, responde a la incomprensión de la
especificidad del niño pequeño y de la evolución esperable de su crecimiento. Cabe
preguntarnos porqué los adultos estamos
tan ansiosos y preocupados por la
adquisición de esta habilidad, que como otros aspectos en el desarrollo
normal de los niños, llegará a su debido tiempo, es decir cuando el niño esté
maduro.
Controlar esfínteres
no se aprende por repetición, como leer
y escribir. Se adquiere naturalmente
cuando se está listo, como la marcha o el lenguaje verbal.
Ahora bien, si no
estamos dispuestas a rendirnos ante la sabiduría del tiempo interno de cada
niño, las mamás lucharemos contra los
pis que se escapan, las bombachas y calzoncillos mojados, las sábanas y
colchones al sol, los pantalones interminables para lavar, mientras acumulamos
rencor, hastío y mal humor en la medida que creamos que nuestros hijos
“deberían haber ya aprendido”. En cambio, si dejamos a los niños en paz, después
de los tres años, o cerca de los cuatro años, (sin olvidar que cada niño es
diferente) simplemente un día estará en condiciones de reconocer, retener,
esperar, ir al baño, sin más trauma y sin más vueltas que lo que es: controlar
con autonomía los esfínteres.
A mi
consultorio llegaron durante años niños con problemas de enuresis de 5, 6, 7, 8
años e incluso de mayor edad. La mayoría de ellos, se hacen pis sólo de noche,
mientras duermen. Invariablemente les han sacado los pañales alrededor de los
dos años. Los casos de enuresis son muy frecuentes, pero habitualmente
no nos enteramos porque de eso no se habla. Total quedan como secretos
de familia. He comprobado que cuando las mamás aceptan mi sugerencia de volver
a ponerles pañales (caras de horror), los niños los usan el mismo lapso de
tiempo que hubiesen necesitado desde el momento en que se los sacaron hasta que
hubiesen podido controlar esfínteres naturalmente. Como si recuperaran
exactamente el mismo tiempo que les fue quitado. Y luego, sencillamente se
acaba el “problema”. Hay padres que opinan que “es contradictorio volver a
poner un pañal una vez que se tomó la decisión de sacarlo”. En realidad en la
vida probamos, y damos marcha atrás si es necesario y saludable. Simplemente
diremos: “creí que estabas listo para controlar los esfínteres, pero obviamente
me equivoqué. Te voy a poner el pañal para que estés cómodo, y cuando seas un
poco mayor, estarás en mejores condiciones para lograrlo”. Es sólo sentido
común. Se alivian las tensiones y finalmente el control de esfínteres se
encausa.
Los niños -frente a
la demanda de los adultos- hacen grandes esfuerzos para controlar sus
esfínteres, pero ante cualquier
dificultad emocional -por pequeña que sea-
se derrumba el esfuerzo desmesurado y se escapa el pis. Luego vienen las
interpretaciones: “me tomó el tiempo”,
“me lo hace a propósito”, “él sabe controlar pero no quiere”.
Entiendo
la presión social que sufrimos las mamás.
Hay jardines de infantes que no aceptan niños en salas de tres años con
pañales. Hay pediatras, psicólogos, y otros profesionales de la salud, además
de suegras, vecinas y amigos bienintencionados que opinan y se escandalizan. Pero
es posible sortearla con un poquito de imaginación: los pañales son
descartables, baratos y anatómicos, lo que les permite a los niños ir a jugar,
ir a un cumpleaños, al jardín, sin tener que pasar por la humillación de
mojarse en todos lados. Hay quienes no quieren ir al jardín a causa de la
probabilidad de hacerse pis. Otros se vuelven tímidos, otros especialmente
agresivos mojando cuanta alfombra encuentran a su paso.
Por otra
parte, hacer “pis” no es lo mismo que desprenderse de la “caca”. Muchos niños que controlan perfectamente el
pis, piden el pañal para hacer caca. Es
importante que les ofrezcamos lo que están pidiendo, porque nadie pide lo que
no necesita. ¿Cuál es el motivo para negárselo?
Yo espero
humildemente que alguna vez nos demos
cuenta del grado de violencia que ejercemos contra los niños,
envueltos en exigencias que no pueden
satisfacer y que se transforman luego en otros síntomas (angustias,
terrores nocturnos, llantos desmedidos, enfermedades, falta de interés) que
hemos generado los adultos sin darnos cuenta.
Acompañar a nuestros
hijos es aceptar los procesos reales de maduración y crecimiento.
Y si
sentimos rechazo por algún aspecto, entonces preguntémonos qué nos pasa a
nosotros con nuestros excrementos, nuestros genitales y nuestras zonas bajas
que nos producen tanto enojo. Dejémoslos crecer en paz. Alguna vez, cuando sea el momento adecuado
controlarán sus esfínteres naturalmente, así como una vez pudieron reptar,
gatear, caminar, saltar, trepar y ser
hábiles con sus manos. No hay nada que modificar, salvo nuestra propia visión.
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